Comentario
Capítulo LXIII
Cómo el Marqués Pizarro careó a Chalco Chima y Atao Hualpa y mandó matar a Atao Hualpa
Llegaron el capitán Soto y Pedro del Barco con Ancamarca Maita, el orejón, a Caxa Marca llevando preso a Chalco Chima a do le pusieron en prisión, aparte de donde estaba Atao Hualpa, y el marqués Pizarro quiso hacer justicia dél y, para hacerlo mejor, lo careó con Atao Hualpa en su presencia, y allí, preguntando al uno y al otro, cada uno se disculpaba con el otro, cargándole la culpa de todos los daños y muertes que se habían cometido y hecho. Atao Hualpa decía que él no le había mandado llegase al Cuzco, ni matar tanto número de personas como allí había muerto, ni hacer tales crueldades ni destrucción de tanto linaje principal; Chalco Chima le respondió: Señor, decid la verdad y no queráis echarme a mi culpa, pues no la tengo; cuando empezasteis las diferencias y pasiones con vuestro hermano Huascar Ynga, entonces, cuando salisteis contra sus capitanes con ejército y nos mandasteis os siguiésemos y tomasteis las andas de vuestro padre Huaina Capac, y las vestiduras que estaban en los depósitos, ¿hicisteis eso para tener miedo? Decid, Señor, la verdad de lo que hay y lo que mandasteis, cuando salí con vuestro ejército en compañía de Quisquis, que hiciese y no queráis cargármelo a mí ahora todo, que yo hice lo que vos me ordenasteis.
Oyendo esto el marqués don Francisco Pizarro los mandó a entrambos volver a la prisión, y así lo hizo, y ya iban llegando a Caxa Marca los curacas y gobernadores de las provincias, que iban por mandado de Quisquis a dar la obediencia a Atao Hualpa como Rey e Ynga suyo, y llevaban el oro y plata y cántaros y otras riquezas de vajilla que él había pedido trajesen a gran prisa, para pagar su rescate y salir de la prisión en que le tenían los españoles. Y todo se metía en la sala hasta cumplir la cantidad que tenía prometida. Y los caciques y gobernadores que llegaban, como le hallaron preso y vieron que no le podían hablar, pesóles mucho dello y trataron que les diese licencia el Marqués para verle en la prisión, y allí le vieron y hablaron, tratando con él del rescate y otras cosas. Atao Hualpa les dijo que rogasen ellos al Marqués le dejase salir a comer y beber con ellos y holgarse un rato, pues había días que estaba preso y el rescate se iba juntando a gran prisa. Dicen algunos que esto trató con intención si pudiese escaparse y huirse de los españoles, de quien no era tratado con cortesía ninguna especial, como no acababa de juntarse el oro y plata tan presto demandaba. Los caciques y los demás fueron al Marqués, y con mucha humildad se lo rogaron y pidieron por merced, y él entonces, con buena voluntad, se lo otorgó, pero mandó armar algunos soldados y les dijo que se fuesen con él con cuidado y le asistiesen, porque si tenía mala intención no la pudiese ejecutar ni huirse ni hacer ninguna traición. Así salió con los soldados a los suyos y comió y bebió con ellos a su usanza, y habiéndose holgado ya, que era algo tarde, le volvieron a la prisión los soldados, donde estuvo algunos días.
Algunos españoles de los conquistadores dicen que se quisieron rebelar, pero esta fama cierto es que la levantó Philipillo, lengua e intérprete del Marqués, porque, según se dijo, se revolvió con una de las mujeres de Atao Hualpa, y temeroso él y aun ella que si salía de la prisión lo castigaría, y otros dicen que sabido por Atao Hualpa, le amenazó, y así él empezó a esparcir este rumor. Y como los españoles no estaban muy seguros, sabiendo el ejército tan grande que Quisquis tenía en el Cuzco y el dilatarse el hinchimiento de la sala del oro y plata para el rescate, que aunque fuera en un día traído, les pareciera tarde, les incitaba a dar al través con el pobre rey y matarlo.
Empezó a hacer información contra él el Marqués Pizarro y hacerle cargo de la muerte de su hermano. Hiciéronle cargo que se quería huir y alborotar la guerra contra los españoles. Negó con grandísimo ánimo Atao Hualpa quererse alzar ni rebelar, ni hacer cosa contra los españoles, ni haber intentado hacerles mal, y pidió que al Philipillo no le creyesen, y que si él había mandado matar a su hermano, lo pudo hacer, porque su hermano sin razón le movió guerra, no habiéndole a él pasado por el pensamiento ofenderle ni negarle la obediencia, y le había enviado a Quito a prender, y que si le prendiera le matara, como había hecho a otros hermanos suyos, que los había muerto sin ocasión, y que así él pudo defenderse, y que siempre fue provocado de su hermano Huascar Ynga, enviando capitanes que le destruyesen. Pero como los jueces, intérprete y demás ministros estaban ciegos con la pasión y codicia, no le aprovechó al desdichado de Atao Hualpa las razones tan fuertes que alegó, ni la verdad para que le dejasen de condenar a muerte.
Oyó la sentencia con buen ánimo, y advertido de religiosos de los bienes inestimables y preciosos que gozaría en el cielo, y que la salvación de su alma pendía del sacro bautismo, medio principal para gozar de Dios y puerta de los demás sacramentos, con mucha voluntad lo pidió y lo recibió, quedando por él cristiano y señalado con el carácter de Cristo y por su oveja, lavando con él todas las manchas y culpas de que estaba inficionado, y hermoseando su alma con la gracia. Algunos conquistadores decían que lo enviasen a España, al emperador don Carlos, Nuestro Señor, que era el menor mal, pues quedaba con la vida, pero no aprovechó, que él estaba resoluto en que muriese. Algunos dicen que hizo testamento; sea lo que fuere, él amaneció una mañana dado garrote y con su borla en la cabeza, que era, como hemos dicho, la insignia y corona real.
Muerto Atao Hualpa, algunos indios y principales de los que allí estaban, que eran de la parcialidad de Huascar Ynga, recibieron contento dello, como no le tenían afición, ni por Rey e Ynga verdadero y natural, sino por tirano intruso, y otros gobernadores y principales, especial los de provincias de Quito, que eran de su opinión y seguían su intento, les pesó, e hicieron por su muerte grandísimo sentimiento y llanto. Enterráronle a nuestra usanza, pero acabados algunos días, dos capitanes antiguos suyos y que más se habían señalado en su servicio y estaban allí con él, llamados Rumiñaui y Unanchuillo, secretamente desenterraron el cuerpo de donde estaba sepultado y se huyeron con él, llevándolo a Quito, donde había sido su principal asiento.
Fue la muerte deste valeroso Rey Ata Hualpa el año de mil y quinientos y treinta y tres, era mozo cuando murió y buena disposición y talle, y de ánimo verdaderamente real y magnánimo y liberal con los suyos, que esto fue ocasión de que alzándose contra su hermano se pudiese sustentar y le siguiesen con gran prontitud de voluntad los suyos. Tuvo grandísimo ornato y aderezo de su persona y mucha abundancia de mujeres, porque sólo en el baño se hallaron número de cinco mil; no se sabe cuál fuese la coya y legítima sobre todas, y aunque dejó hijos, debieron de morir, porque no se tiene noticia de más de una, llamada [este trozo en blanco], que fue casada con Blas Gómez, español. Los vestidos ricos y riqueza de la casa de Atao Hualpa fue infinita y de precio excesivo. Todo lo cual hubieron y gozaron los españoles.